Hay un efecto perturbador en el gesto de Bertoni. Porque el autor no abandona completamente la perspectiva dolorosa que ha marcado su escritura. El goce de Jóvenes buenas mozas viene, como en otras ocasiones, hermanado con esa soledad tan triste que es la ausencia. Todo se pierde, todo acaba, todo muere. Desde su orilla reglamentaria, el desasosiego urde sus muecas y advierte que esto es sólo una tregua.