En El cuarto día todo símbolo que recuerde al caos es renovado y entregado a las aguas como una antigua reliquia desgastada. La conciliación con nuestros orígenes ofrece el lugar ideal donde descansarán las cenizas. Un cuarto día que será el primero de una nueva etapa donde todo encaja con la imprecisión del tiempo. Un tiempo eterno, real e impredecible, rescatado en el mito de las fábulas donde nada parece tener fin. En la obra de Cecilia Quílez se desvelan algunas claves a modo de enlace con el libro anterior o que vaticinan lo que queda por llegar. Se trata, así, de un ciclo que ofrece nuevas formas de expresar una verdad poética y vital, inesperada como la vida misma.