En Sol de resurrección, Carlos Alcorta —antes más atento a la indagación sobre el propio devenir de la conciencia—, se reconcilia con las cosas y la naturaleza que las envuelve. El lenguaje desvela la parte oculta de lo cotidiano gracias a una mirada más tranquila y profunda, no sujeta a los dictados de la actualidad y de lo accesorio. Si hay un hilo vertebrador en este libro es la constatación de que la realidad es lo suficientemente heterogénea y misteriosa como para atraer nuestro interés por sí misma. Una situación rememorada y asentada en una circunstancia concreta sirve, en la mayoría de los poemas, como pórtico a la construcción de un universo simbólico en donde la subjetividad de una anécdota se diluye en beneficio de un significado general y trascendente.