Cuando la oficina de correos se incendia, Veronique intenta influir entre sus contactos para recolocarse. Pero los habitantes de Fogas están demasiado ocupados para aliarse en su causa.
El mayor Serge Papon, abrumado por el dolor de la muerte de su esposa, ha perdido su joi de vivre, así como su interés por la política (y los croissants) de Fogas, y parece que el infatigable diputado Christian cuya tendresse por Veronique lo convierte en su habitual protector muy pronto dirá aur revoir al pueblo. Si a esto le sumamos la controvertida iniciativa del gobierno para reintroducir osos en el área, los habitantes de Fogas se convertirán en los testarudos que atenten contra el normal desarrollo del bendito Tour de Francia, y hasta contra la existencia de Fogas mismo.