En el escenario donde ocurrió el recuerdo más bello en la vida de Manuel, comienza un viaje de vuelta a la ingenuidad del primer deseo. Un retorno instintivo, ineludible y también inútil, de revivir la ternura y la pasión de la adolescencia, que chocará contra una sórdida realidad que su memoria escondía. Natalia, la mujer del farero, arrastrada a una vida tortuosa en la que sobrevivir exigía dejarse humillar, nunca perdió la dignidad porque su causa era más fuerte que su propia vida. El calor y el color de la luz de aquellos días se hacen ante Manuel gélidos y oscuros. Cuando desbroza el pasado y comprende la verdad que entonces no supo o no quiso ver, se despejan sus dudas y termina la representación de la memoria: se cierra el telón. Vuelve la vida en su forma más real y aunque sólo su punto de vista ha cambiado, nada será igual. Al terminar su viaje, va a ser actor y parte, dejará de ser un mero espectador de su pasado asumiendo plenamente su lugar cierto en la memoria. La mujer del farero es un fresco relato en el que la memoria complaciente se revuelve ante una realidad más cruda de lo que el tiempo y la razón son capaces de asimilar.