El 1 de noviembre de 1478 el papa Sixto IV autorizó a los Reyes Católicos a crear el tribunal de la inquisición en Castilla y refundado en Aragón. Sevilla albergó el primer tribunal de distrito del nuevo modelo con el nombramiento, el 27 de septiembre de 1480, de los primeros inquisidores los dominicos fray Miguel de Morillo y fray Juan de San Martin. En las décadas siguientes se fueron fundando, eliminando y reorganizando los distintos tribunales de distrito. A fines del siglo XVI funcionaban trece tribunales en Castilla y Aragón, a partir de 1570 otro en Lima, en 1571 uno con México, y en 1610 se creó el tribunal de Cartagena de Indias. Sin embargo, y luego de más de trescientos años de un irregular funcionamiento, la inquisición se desmoronó, se había convertido –En palabras de René Millar- en un “deudor insolvente”. Los autores de este libro situados a un lado y otro del Atlántico, dialogan entre si a partir de tres ejes de análisis. En el primero de ellos, “Imagen y poder de la inquisición” escriben Ricardo García Cárcel, José Luis Beltrán Moya, Bernat Hernández, Doris Moreno y Manuel Peña Díaz. Por su parte, las mujeres como sujetos perseguidos o como agentes colaboradores, son estudiadas por Jaqueline Vassallo, Luis René Guerrero Galván, Natalia Urra Jaque y Rocio Alamillos Álvarez. Finalmente, Marco Antonio Nunes da Silva, Iván Jurado Revaliente y Juan Ignacio Pulido Serrano, se dedican a reflexionar sobre el impacto que tuvo el tribunal en la vida cotidiana de las personas. El Santo Oficio fue un tribunal de la fe que dejó, a pesar de la desaparición de buena parte de sus documentos, un rastro diverso y sorprendente de fuentes, donde los historiadores pueden reconstruir desde el sufrimiento de las victimas hasta las corruptelas de los inquisidores y sus ministros. Este libro es un buen ejemplo de la persistencia de estos viejos temas y de la necesidad de nuevas lecturas.