Es difícil expresarse en una obra que habla de uno. De una parte, porque se incurre siempre en el riesgo de la inmodestia. De otra parte, porque la persona que es objeto de un trabajo es la menos adecuada para juzgar de su valor y de su pertinencia. Desde que los libros y artículos son escritos, no pertenecen más a su autor. A cada uno de apoderarse de eso y de decir cómo los recibe, cuál coherencia ve allí, lo que esto puede aportarle y en qué le contribuye, según él, seguir reflexionando. Es lo que hizo Armando Zambrano Leal con mis trabajos. Se lo agradezco. Ya que lo hizo con mucha precisión y rigor. En efecto, leyó y trabajó con atención mis escritos. Ningún texto importante se le escapó. No dejó a un lado ninguna referencia importante. Y, con este conjunto de documentos, sin embargo muy heterogéneos, consiguió presentar un modelo unificado: ¡era una apuesta! Lo logró y debo decir que perfectamente me encuentro allí. En el texto, a veces hasta el talento de Armando Zambrano Leal es muy grande que leyéndolo descubro nuevas perspectivas que no veía, o apenas divisaba. Pero, lo que más me impresiona en esta obra, es la capacidad del autor para operacionalizar su reflexión. Lejos de un trabajo puramente especulativo, a mil leguas de una investigación estrictamente histórica o teórica, llega a presentar la pedagogía como un instrumento para comprender el presente y preparar el futuro. Asocia así el proyecto universitario de construcción de conocimientos con compromiso ciudadano en la Ciudad. Muestra una concepción de las ciencias de la educación sin jamás sacrificar el rigor pero también sabe tomar en consideración las urgencias del mundo. Muestra magníficamente que si es importante ayudar a los hombres a ver claro, es también importante animarlos… Con esto es poco decir que me encuentro en esta concepción.