En este libro los autores nos invitan a pensar y a repensar la complejidad propia de los espacios educativos destinados a la pequeña infancia. Abordan el cómo y el porqué de las emociones cotidianas que se manifiestan a edades muy tempranas. Nos invitan a valorar la importancia de la observación como acto creativo, como herramienta fundamental para la reflexión, pero también para descubrir lo sutil y desvelarlo, para ir más allá del hecho de mirar y para dejar un espacio lo más libre posible a la escucha de los niños.
Los autores nos hablan de la pareja educativa, entendida no como uno más uno, sino como potencialidad y complementariedad de dos personas en el hacer, el pensar y el reflexionar compartido.
Al considerar el juego como eje de la cultura de la infancia, los autores reflexionan acerca de esta experiencia como la principal condición vital de la existencia. Nos revelan así la importancia de los lenguajes que unen ciencia y arte, que son como narraciones que ponen en escena palabras, sonidos, silencios, miradas, gestos, movimientos…