Desde Cadalso, Forner, Cienfuegos y Moratín padre hasta Pacheco, Asquerino y Zorrilla, los autores más prestigiosos de época se preocupan por las relaciones humanas, tanto en su forma más inocente y social (la amistad) como en su vertiente más escabrosa (el incesto y la pornografía). Meléndez Valdés, el fino poeta de la segunda mitad del dieciocho, capta en sus versos una profunda sensualidad erótica que convirtirá a objetos domésticos, como una paloma o un perrito, en elementos cargados de un fuerte erotismo. Contrastamos estos sugerentes poemas con los conocidos cuadros de Boucher, Watteau y Fragonard. Asimismo, Don Juan Tenorio, el famosísimo calavera de Zorrilla, no termina sus escapadas en 1844 (año del estreno del original) sino que sigue viviendo en obras paródicas del mismo siglo, en una versión escandalosamente pornográfica y luego en versiones fílmicas del siglo XX, cuando se convierte en estrella de cine en películas dirigidas por Mercero y Barrera.