Tenía seis camareros a su alrededor, con chaqueta de terciopelo color guinda, y uno de ellos le servía el té con una tetera de plata. Y sentía que, envolviéndolo todo, estaba él. Él, que no sabía ni qué cara tenía. Él, que había llegado a su corazón a través de unas bellísimas fotografías. Él, con el que llevaba meses intercambiando comentarios y frases. Él, que no había abierto su direct. Él, que no le había contestado. Él, del que sin quererlo, ni poder evitarlo, se había enamorado.