El relato instalado de lo que fue la Transición española tiene más de fábula que de realidad. Un cuento de hadas en el que Adolfo Suárez y Juan Carlos de Borbón desempeñan el papel de demócratas 'avant la lettre' que convencieron al búnker del régimen franquista de las bondades de la democracia y consiguieron doblegar las voluntades que se oponían a ella.Pero nada más lejos de la realidad. La Transición fue un proceso gradual que finalizó en la democracia imperfecta de hoy, pero podía haber tenido otros desenlaces, desde que se cambiaran algunas cosas pero se mantuviera el cordón umbilical con los Principios Fundamentales del Movimiento, hasta poder desembocar en una ruptura democrática radical que borrara definitivamente los vestigios del franquismo.No fue así, ni una cosa ni la otra. Un cierto equilibro de incapacidades para lograr sus objetivos tanto por parte de las elites del régimen como por la oposición situó los acontecimientos en un marco de incertidumbre que finalmente acabarían en el pacto y el consenso. Se blindaban así los privilegios de las elites de la dictadura, a las que se eximía de cualquier responsabilidad mediante un pacto de olvido, y se garantizaba la continuidad de los pilares fundamentales del régimen anterior, entre ellos la monarquía y los privilegios de la Iglesia. A cambio, se recuperaban las libertades básicas.Españoles, ¡Franco no ha muerto!, además de un relato verdadero de los hechos, es a la vez denuncia y propuesta. Denuncia de que esos pilares siguen siendo los de la vigente Constitución, y propuesta de que, de una vez por todas, sea borrado definitivamente el legado de la dictadura. Franco | franquismo | dictadura | transición | Constitución española | Adolfo Suárez | Juan Carlos de Borbón | Democracia