Mientras la economía neoclásica se ha ocupado de la producción y el consumo de mercancías para maximizar la utilidad, la socioecología política del buen vivir se orienta hacia la generación de bienes relacionales: el amor y la amistad, la participación republicana y la relación armoniosa del ser humano con la naturaleza. Tomando como caso de estudio al Ecuador, donde la nueva Constitución asume un pacto social por el buen vivir, Ramírez analiza la distribución social del tiempo para la generación de bienes relacionales. Los resultados obtenidos demuestran que el tiempo bien vivido es continuamente expropiado por condiciones sociales estructurales: la explotación en el mercado de trabajo, la exclusión social y las diversas formas de discriminación. Por eso, Ramírez plantea reemplazar las medidas convencionales del bienestar social (PIB, ingreso o consumo per cápita) por un Índice de Vida Saludable y Bien Vivida como un indicador más preciso de la vida plena, introduciendo así la propuesta radical de una nueva agenda de macroeconomía política en función del tiempo, que refleje una manera más justa y adecuada de concebir la riqueza de los pueblos.