Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935) es posiblemente el poeta europeo más leído y reseñado del siglo XX. Su personalidad poliédrica, a más de ocho décadas de su muerte, sigue imantando la atención de lectores de todos los continentes. Pero no es la integridad de su universo subjetivo lo que causa tal fascinación, sino todo lo contrario: el distanciamiento del Ser frente a sí mismo, la fragmentación de identidades y una crítica de la vida cotidiana que asume lo absurdo como omnipresente, son algunos de los atributos más notorios de su poesía. El lector, mediante la exploración de su discurso, asiste a un espectáculo único, a un umbral en que muchos poemas parecen retratar momentos íntimos de su propia existencia. Y es que, como un dramaturgo dispuesto a ser cada uno de sus personajes, Pessoa se reparte en varias sensibilidades porque solo así puede hablar de la angustiosa y dulce pluralidad del mundo. A un tiempo será el neobucólico Alberto Caeiro, el nihilista Ricardo Reis, el visionario descreído Álvaro de Campos y el oficinista invisible Bernardo Soares. Cada uno de ellos es un cosmos, una entelequia completa en sí misma capaz de desbaratar la etiqueta de lo “ficticio” e imponerse cada quien con una autonomía existencial que a muchos complace asumir como verdadera. Con la presente antología, el conocedor de Pessoa experimentará un reencuentro con la Belleza en el más inquietante de sus estados, y de seguro —los que aún no le conocen— a partir de esa primera cita a solas con la cálida extrañeza de sus imágenes, sentirán que el mundo es irresistiblemente otro y que no bastan los sentidos de siempre para adentrarse en su enigma. Sin dudas, la poética de esta singular voz entraña un peligro que es necesario advertir: una vez bajo su influjo, nada será para nosotros tan seguro o explicable como antes. La sensación de sed futura hará palidecer la sensación de sed calmada. Los paisajes imaginarios superarán con creces a los ya vistos. Quienes lean a Pessoa, ya sea por pura revisitación estética o simple curiosidad, estarán a merced de un auténtico “indisciplinador de almas”. Callen las biografías y los prólogos, el poeta permanece oculto en el bosque de sus versos. Emprenda cada lector su propia aventura.