A manteca y a cera huele la hija de la viuda Stern. En su ridículo y hostil pueblo pesquero, todos los días envían a la niña al banco de la plaza por averiguar qué hace el anciano Gro leyendo durante años el mismo libro. Poco sabe la niña del destino que las gentes deparan a todo aquello que intriga o resulta oscuro, y que, muchos años después, como le ocurrirá a Gro, se cebará contra ella: una inopinada travesía a través de la culpa, la expiación, la inocencia y el extravío, pero que es, ante todo, como le ocurre a Gro, la incesante búsqueda de una única redención poética y posible: el consuelo. Esta fábula contemporánea ha merecido el IV Premio Internacional de Narrativa “Novelas Ejemplares”; el jurado destacó que propone una notable degustación del lenguaje desde una conciencia lingüística, que sostiene un relato de signos y señales que acercan al lector a una iluminación poética que va perfilando a sus personajes. “Osado y reacio a las convenciones, el autor reinventa el mar, el cielo, los libros o las rosas con un lenguaje rico en asociaciones y símbolos, y cinco actos de excelente ritmo. Tiene algo de la lírica inocencia de El Principito y aboga por restituir a la literatura el poder de generar mitos.”