El relato inquisitorial, el que conservaron los archivos de la Inquisición en los virreinatos de América, en España, Portugal e Italia, en expedientes dedicados a millares de víctimas, a sus herejías, sus fantasías, sus delirios, su disidencia y a veces su firmeza, obtiene en el siglo XIX una proyección narrativa que, en el caso de la América Hispánica, crea un conjunto de testimonios novelescos que superan por número, y seguramente calidad, a los peninsulares. Emparentada no sólo con la novela histórica, sino también con el testimonialismo autobiográfico, la novela inquisitorial que surge en América está vinculada a la Independencia, a la reconstrucción de clamorosos autos de fe, a la persecución específica de la mujer, con sus crueldades patriarcales añadidas por una institución formada absolutamente por hombres, a la liquidación y confiscación de bienes de los “judíos judaizantes”, o a juegos carnavalescos cuando la sociedades ya se estaban transformando por la emancipación política. Un recorrido desde relatos decimonónicos a modelos actuales permite leer el mensaje de libertad que la creación narrativa ha determinado en esta historia de la Humanidad, la infamia eclesial y la literatura.