Eduardo Lizalde representa un caso raro en la poesía mexicana, al menos, por dos razones: una, que su reconocimiento como poeta solo se dio pasados los cuarenta años con la publicación de El tigre en la casa, y que, por la vertiente primordial de su país, ha sido y es el más brillante, por no decir el real y único, heredero de la poesía maldita, sobre todo del linaje francés.
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- Índice
- Prólogo
- I. Retrato hablado de la fiera
- Epitafio
- El Tigre
- Recuerdo que el amor era una blanda furia
- Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses
- Debe el amor vencer
- Algo sangra
- Samurai
- Oigo al tigre rascar
- Duerme el tigre
- Tigre atrapado en la vitrina
- Pobre Desdémona
- El cepo
- II. Grande es el odio
- Grande y dorado, amigos, es el odio
- Y el miedo es una cosa grande como el odio
- Si yo no las hubiera descubierto
- Aunque alguien crea que el terror
- Para el odio escribo
- De pronto se quiere escribir versos
- III. Lamentación por una perra
- Monelle
- La perra más inmunda
- Muerde la perra
- No se conforma con hincar los dientes
- ¡Qué bajos cobres ha de haber
- Es perra, sí
- Uno creería que terminado este poema
- Lavo la mano, amada
- IV. Boleros del resentido
- Días en que el ocio y la esterilidad
- Guardas tu cuerpo, amada
- El amor es otra cosa, señores
- La verdadera muerte es esta muerte a solas
- Amada, no destruyas mi cuerpo
- Uno se dice
- Hay un lejano olor a muerto en todo el aire
- Salgo primero de tu cuerpo, amada
- Simmons, adiós
- Mi cuerpo andaba en ruinas
- Una sola flecha, como una sola muerte
- Cómo esta roca
- V. La fiesta
- El ángel ciego
- No importan los procedimientos
- Lee unos poemas el hombre
- El regreso del ángel
- La fiesta somos nosotros
- Amada
- La ninfa en el camión
- Magna et pulchra conventio
- Leones
- Yo disfruté la fiesta
- VI. La ciudad ha perdido su beatriz
- I
- II
- III
- IV
- V
- VI
- VII
- VIII
- IX
- X
- XI
- XII
- XIII
- XIV