Este libro de Jesús Montoya provocadoramente repara la simplificación que muestra un epígrafe de Ernesto Carrión, donde leemos: “Palabras sí pero poesía no”. Esa línea demagógica solo concibe el poema como un código de belleza —inmóvil, sin historia—. Por su parte, Montoya sabe que la literatura trafica a medias con la belleza, que su definición varía, que puede aspirar al establecimiento de otros paisajes, de otra biopolítica. Esa certidumbre, como el resto, ocupa su lugar detrás de las llamas de estos textos.