El cetro de Josef es uno de los tres autos sacramentales que escribió sor Juana Inés de la Cruz y quizá el que mejor representa la técnica alegórica y simbólica, que arranca, en este caso, de la historia de José narrada en la Biblia, y que Calderón había explorado ya en Sueños hay que verdad son. La culminación de todo auto sacramental es lograr alguna metamorfosis situacional que dé auge a la Eucaristía, y sor Juana consigue aquí una transformación insólita. Basándose, según Méndez Plancarte, en Maimónides o más seguramente en una midrash medieval-renacentista, el Libro de Jaser, la mutación final se produce cuando Josef se dirige con un cetro para despedirse de su moribundo padre Jacob. El gran patriarca besa el cetro de su hijo predilecto, que tendría «una torta de pan en la punta». Josef se convierte en una figura cristológica y Jacob logra salvarse porque declara «que muriendo en la fe, adoré el fastigio». Sor Juana se ciñe a una serie de episodios del Génesis que va alternando con los comentarios de Lucero (el Demonio) y sus acompañantes (Envidia, Inteligencia, Ciencia, Conjetura), en una disposición de numerosos y breves momentos dramáticos y narrativos, en los que historia sagrada, símbolo, visualidad teatral y dimensión didáctica se funden en una pieza que exhibe la característica multiplicidad de intereses intelectuales y poéticos de la monja novohispana.