A sir Philip Ramon le tiene sin cuidado la carta firmada por cuatro hombres que se autoproclaman "justos". El ministro de Relaciones Exteriores no dará el brazo a torcer en la presentación del proyecto de ley que regula la extradición de extranjeros.
Toda la policía de Londres está al acecho, las medidas de seguridad son máximas, el ministro se encierra en una habitación inexpugnable.
Aun así, un extraño dispositivo y un flash de magnesio --que bien pudo ser nitroglicerina-- dejan desconcertada a Scotland Yard.
Ni siquiera la perspicaz prensa británica puede encontrar una pista que lleve a Manfred, Gonsalez, Pioccart y Thery, los cuatro hombres justos.
Edgar Wallace dejó este misterio sin solución y prometió una recompensa a los lectores que la encontraran.
El desafío sigue en pie.