Cuando dices que no crees en el amor y tus amigos te acaban poniendo el mote de Rompecorazones suele significar que cuando te enamores será hasta las trancas. Porque eso es lo que tiene el karma… pone a cada uno en su sitio, y más cuando pretendes burlar a cupido.
Carla y su amiga Karen se mudan a la ciudad para comenzar sus estudios de filosofía en la universidad.
Establecen una costumbre, un juego..., cambiar los nombres de los chicos que les gustan por los de sus filósofos favoritos, de esa forma pueden hablar delante de la gente, e incluso de ellos, sin que nadie se entere. ¿Infantil? Sin duda… ¿Divertido? También.
Carla, que recibe el apodo de Rompecorazones por sus escarceos, es una antiromántica centrada en sus estudios que no está dispuesta a comenzar una relación amorosa de momento, pero la vida se encargará de que llegue a conocer —¡como era lógico!— a su gran amor donde menos se lo espera. ¿Será posible que sea un filósofo de carne y hueso el que se gane su corazón? Quién sabe…
Los divertidos diálogos cargados de ironía y el encanto de los personajes convierten a Rompecorazones en una novela romántica original y difícil de olvidar.