Estamos ante una obra nada brillante que conserva el estilo apresurado y retorcido de la autora y que obliga al lector a retroceder y esforzarse para poder hilvanar una historia diseñada sin patrones clásicos.
Belinda vive insolentemente resignada a moverse en silla de ruedas.
La reciente muerte de su padre la arrastra a conocer a un grupo de aficionados al teatro en cuyas vidas intentará hurgar con el fin de evadirse de su injusta situación.
Un inexplicable accidente y la sospecha de que ninguno de ellos es quien dice ser, le hacen ver que no es la única minusválida del grupo.
La sátira y la ironía son sus muletas cuando tiene que enfrentarse a ese nuevo y prohibitivo sentimiento llamado amor.