«Luego se arrastra hasta mi pene, con una gota de saliva resbalando por la comisura de su boca.
—¡Esperad! —solloza—, yo también quiero follar. Los tres a la vez. Veronique se sienta a horcajadas sobre mi estómago, con su trasero hacia mi rostro y se desliza hacia Mounir.
Hacia mi pene».
El apasionante viaje exploratorio entre los cadetes de policía y la artista del grafiti continúa con un trío experimental que adquiere nuevas dimensiones. En este cuento salvajemente erótico, los límites físicos se disuelven en un éxtasis común, teniendo como escenario un edificio aparentemente desierto y deteriorado de Estocolmo.
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