¡Qué bueno era retornar a un “tiempo recuperado”, como en Le temps retrouvé, de la obra de Proust! Aquello representaba para mí algo instintivo de mi pasado casi siempre triste y amenazante, excepto en aquellos preciosos momentos, al final de la noche, cuando la confitería se preparaba para cerrar sus puertas al público y los empleados de la limpieza tiraban los restos de comida en los tachos. No entiendo bien la razón por la que me vendía tan fácilmente a los hombres, por repugnantes que parecieran.
Era como si tuviera una cuenta que pagar al mundo con mi cuerpo. Esa sensación de depresión profunda que me invadía todo el tiempo, desde que me despertaba hasta que me dormía, solo desaparecía cuando le daba un mordisco a un trozo de tarte au citron. Era como si el sabor del limón dulce me hiciera olvidar mi “tiempo perdido”, la vida real, dura y triste, y me viera transportada instantáneamente a otro mundo, un tiempo solamente mío, donde había aromas, gustos e imágenes tan maravillosos e importantes para mí.
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- La amante de Proust