Tres eran las principales teorías de la música que corrían con algún crédito en el siglo XVIII: la del matemático Euler, la de Tartini y la de Rameau, expuesta y corregida por D’Alambert […]. Ninguna de ellas satisface a Eximeno. […] No quiere aceptar, por ejemplo, que el lenguaje se componga de signos arbitrarios, ni que le hayan inventado los hombres mediante una especie de convenio. Su buen sentido triunfa de las consecuencias absurdas. […] El hombre, pues, siempre que se encuentra en condiciones de hablar, habla por instinto. El instinto le sugiere las inflexiones de voz más adecuadas a su intento. Comenzó a cantar como cantan los pájaros, por puro instinto.
Este instinto siempre se desenvuelve en virtud de las impresiones particulares. […] La Prosodia es el verdadero origen de la Música. […] Aplica a la historia artística el mismo criterio que su paisano el P. Andrés a la historia literaria. Como él, toma en cuenta, para apreciar la cultura estética de un país, el clima, el temperamento, el estado político y social, los juegos públicos, las costumbres. Y al mismo tiempo va enlazando la historia de la Música con la de la Poesía. […] Las teorías de Eximeno eran tan independientes y radicales en literatura como en Música. Ya sabemos que detestaba las unidades dramáticas y la rima y la poesía francesa, y no menos los largos períodos y el estilo ciceroniano de los pedantes de Italia. Consideraba las Academias que procuran fijar el estado de una lengua viva, estos es, las palabras, la construcción y las frases, como el mayor obstáculo para los progresos del entendimiento humano. […] Fue el primero en hablar de gusto popular en la Música, y en insinuar que sobre la base del canto nacional debía construir cada pueblo su sistema.
Todo lo que Eximeno discurre sobre las actitudes estéticas de las diversas naciones de Europa está lleno de amenidad, viveza y sutil espíritu de observación. Pero ni en esos capítulos ni en lo restante de la obra debe buscarse casi nunca justicia ni exactitud completa. Eximeno es un gran removedor de ideas. […] Sus errores son propios y nuevos: sus aciertos lo son también. La parte negativa de su obra permanece en pie: desembarazó la Música de la tutela pedantesca de las matemáticas; la enlazó con la ciencia del lenguaje; presintió el advenimiento de una teoría física y experimental del sonido; dio todo su valor y alcance al principio de la expresión… (Menéndez Pelayo, Historia de las ideas estéticas en España)