“Un calor de vida y una imagen de muerte: eso era el conocimiento”, decía Albert Camus. Los fuegos del agua representan un viaje que se inicia en la infancia y en la adolescencia, donde arden los principios de una existencia atada a un nudo de dolor y renacimientos, bajo la advocación feraz de los ríos de Castilla y las aguas del Cantábrico, que se abren a la incógnita de un futuro jamás escrito.
El poder deslumbrador de las imágenes se une en esta poesía a una fascinada mirada sobre lo real que apunta a una búsqueda de la posesión del instante, siempre en riesgo de sucumbir en el límite donde se borra el sentido y se ingresa en la noche. Búsqueda de los estatutos de la luz y de un presente renovado bajo las acechanzas de la muerte que apunta a una unión entre el cielo y la tierra, buscando una esperanza en el tiempo limitado de nuestras vidas. Poesía necesaria para un tiempo en el que apenas ya se escucha el rumor que provoca en los árboles de las orillas el roce contra sus ramas de los últimos juegos de los dioses.
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- Índice
- Prefacio
- I cantos del exilio
- I
- II
- III
- IV
- V
- VI
- VII
- VIII
- IX
- X
- XI
- XII
- XIII
- XIV
- XV
- XVI
- XVII
- XVIII Incendios
- II Reflejos
- Aire de primavera
- Luz de coral
- Oda a la noche creciente sobre el páramo
- Las armas de la luz
- La voz del hielo
- Corona del día
- Los fuegos del agua
- III Himnos de la nava
- IV Presagios
- Tormenta de verano
- Rumbo del sur
- Un hombre, una mujer se aman
- La caída más alta
- Presagios
- Doble sueño
- La nieve sucia
- País de infancia (Sendas del centro escondido)