Un cuerpo es un bodegón lleno de frutas tentadoras.
La voz poética aspira aquí a que lo quieran más mientras busca desasirse del encierro del propio cuerpo, desahogo que no tiene por qué llegar a buen puerto. Portador de toda una historia de oquedades en las que encuentra su razón de ser, el hueco llena el interior de su cuerpo y rezuma vida y quiere llenarse, «Orificios», pero recuerda el paisaje de su infancia y la inminencia del paso del tiempo se cierne en un reloj de arena, «Cuerpo de bodegón»; sin embargo, la naturaleza brutal y ambivalente se erige frente al espacio artificial construido por el hombre, «Naturaleza viva», y el colofón pone a cada uno en su lugar con una vuelta de tuerca en un estilo muy actual, «Ella responde».