Barack Obama prometió acabar con la «cruzada» contra el terror de George W. Bush, pero solo ha cambiado los métodos de esta. Ha multiplicado los «asesinatos selectivos» con su arma estrella, los drones, sus sicarios robóticos. Es una guerra menos visible en Occidente; más «virtual»; económica; sin bajas propias, y garantiza la impunidad de sus autores. Ya son cerca de 5.000 las víctimas de esos ataques letales en Oriente Medio, África y Asia, ordenados por pilotos sentados frente a un monitor desde 10.000 kilómetros de distancia con una simple pulsación de su joystick. Y es solo el comienzo, la guerra robótica ya no es un simple juego de Play Station, ya está aquí.