En sus memorias, Rafael de Nogales Méndez, cuenta las aventuras que vivió en numerosos países, describiendo con deleite a sus amigos, relaciones, actividades y costumbres. Pero lo más conmovedor del texto, desde un punto de vista literario, es el posicionamiento de su voz narrativa. Al inicio de sus Memorias hace una distinción entre el aventurero y el caballero andante. El primero es «un iletrado pedante, o socialmente un caballero ocioso, fuera de combate, que no posee una carrera en particular y que siempre está buscando ingeniosamente el modo de hacer dinero, lo que para él es primordial y digno de cualquier culto, aun cuando fuese asesinato, deshonor». En cambio, el caballero un caballero andante: «…un caballero de nacimiento. Para toda voluntaria o desinteresada acción audaz tiene un gesto elegante.» Y cual Quijote andante, empieza a narrarnos su aventuras…