Recientemente se comprobó que el hielo del Ártico podría llegar a desaparecer mucho antes de la mitad de este siglo por el aumento de la temperatura de la tierra. Esta circunstancia, entre otros efectos, podría desencadenar en que el calentamiento global se acelere aún más puesto que este hielo es un gran depósito de metano —el gas de efecto invernadero más poderoso—, y sirve como espejo de la radiación del sol que entra al planeta. Este es apenas un ejemplo de lo que los científicos denominan retroalimentación positiva, a saber: que los efectos del cambio en el clima impulsan a su vez las causas de este fenómeno, en una suerte de efecto espiral que tiende a volverse cada vez más incontrolable. El Monitor de Vulnerabilidad Climática advirtió que de continuar las cosas como están el cambio climático junto con el sistema energético intensivo en carbono podrían llegar a causar 100 millones de muertes de seres humanos al 2030. Como humanidad hemos cambiado la composición química de la atmósfera y hemos alterado procesos naturales como el Ciclo del carbono y el efecto invernadero, que hacen posible la vida en el planeta. El cambio climático es una manifestación de lo anterior y es generado en su gran mayoría por actividades humanas como la producción y quema de combustibles fósiles —como el carbón, el petróleo y el gas— para satisfacer principalmente la demanda energética en el mundo y los cambios en el uso del suelo generados por actividades como la ganadería, la agricultura y la tala de árboles. Esta obra busca determinar hasta qué punto el Acuerdo de París sobre cambio climático adoptado en 2015 y demás instrumentos conexos, sirven al propósito de hacerle frente a un asunto que es, sin duda alguna, uno de los más importantes para nuestra era: ¿podrán quitarnos la venda de los ojos? Una venda que nos impide ver que tenemos que repensar nuestro rumbo como humanidad y como individuos, ya que nuestro comportamiento está alterando las condiciones que hacen que la tierra sea apta para la vida.