El doctor Harry Mason, divorciado y con una hija de nueve años, necesitaba urgentemente una esposa. Y Laurie Michelson era perfecta. Le propuso un matrimonio de conveniencia y, para salvar su casa, Laurie aceptó. Pero el desastre de su primer matrimonio la había hecho desconfiar de todo e insistió en que fuera un contrato temporal, algo así como... noventa días de prueba con opción a compra.
Pero Laurie no había contado con el encanto de Harry ni con los poderes de persuasión de la niña. Unos días después de la boda, amaba a los dos, y decidió convencer a su marido de que debían prolongar el contrato... unos sesenta años más.