Donde mora la justicia habita la iniqidad.
Comienzos del siglo XII. Un caballero cristiano es llamado de una lejana tierra. En su viaje atraviesa un mar de tinieblas y demonios. Está a punto de perder la vida. Pero llega a su destino.
¿Qué se encuentra? Una sociedad sumida en la barbarie, la esclavitud y la muerte. Una tierra gobernada por las fuerzas del mal. Una isla al oeste del Fin del Mundo, más allá de Finisterre, dominada por el averno; un mundo errático y amorfo, prisionero entre las tripas de lo siniestro. Hombres comunes, como él, que prefieren condescender con la ignominia, con el crimen, con la esclavitud y conservar la vida, antes que enfrentarse y luchar por el bien y la libertad.
Pero él no es así. No teme la muerte física sino la del alma. Ha venido al mundo, ha sido parido para ser un dios, no un esclavo. Es la hora de la verdad. Su verdad. La Verdad.
Allí, donde la perturbación y el desorden cósmico tienen su cuna ¿Dónde habría, de entre todos los mortales, uno capaz de adentrarse en su reino? ¿Y para qué?