Esta obra ecoge la idea de la necesidad de la reforma teatral a finales del siglo XVIII y principios del XIX, buscando una huida de los excesos teatrales del momento y una mayor depuración formal. Sus personajes son, en realidad, metáforas de ese cambio y de la convivencia de corrientes paralelas (modernidad frente a conservadurismo) en la escena dramática de la época.