“Trenes que van y vienen, que se cruzan en paralelas desencuentro, de ventanas abiertas tras las cuales no existe la vida si no es con la imaginación y con la posibilidad de quemar naves, dándose el lujo de estar a ambos lados de las lieneas divisorias. En la segunda parte hay una búsqueda a través de la que puede encontrarse la transitoriedad, las dudas, las preguntas sin respuesta las partidas y las permanencias”, el autor vuelve con otro viajes vital, éste de la seguridades engañosas hacia el que quizás el destino obligado del ser humano, el desconcierto.