La luz es una llaga que no se cierra nunca...
En este segundo poemario, después de Tierra escondida, Juan García Callejas nos desvela el valor irrenunciable de la poesía como recurso para alumbrar el discurrir de la existencia cotidiana.
Inspirándose en una cita de Christian Bobin y en sintonía con el imaginario de Eloy Sánchez Rosillo, entre otros escritores que laten de forma implícita en su propuesta, nos confirma que la experiencia poética es un acceso posible, y necesario, a la certeza de que la luz pesa siempre más que la sombra.
Veinte gramos de luz sigue siendo un canto confiado en que el deseo de ver hace posible el don de la iluminación.