El dietario de un cuarentón, un refugiado sentimental que busca asilo en el país de la literatura.
Charles Bukowsky + E.M. Forster + Jaime Bayly = Toni Bairon
Honestidad variable es el dietario que escribe durante un año un padre de familia cuarentón que acaba de salir de un proceso de ansiedad, que acaba de sacar la cabeza del horno del más allá (regresiones hipnóticas, vida más allá de la vida), que está a punto de separarse, y que busca su espacio dentro de su propia familia, entre su mujer, sus tres hijos, el trabajo, la perrita, el tenis y los videojuegos. Un padre de familia que al escribir este dietario encuentra una vía de escape, un refugio en la cima de una montaña que, aun estando sentado en la mesa del comedor, puede escalar con sólo ponerse unos auriculares con buena música de los años ochenta y noventa.
Con una prosa que aspira a tener el ligero gusto a cerveza barata de las páginas de Charles Bukowski, con un narcisismo de clase media que se reconoce vagamente en el narcisismo de clase alta de El canalla sentimental de Jaime Bayly, con una postal de Lord Byron luchando por la independencia de Grecia, con un título que homenajea la novela Nubosidad variable de Carmen Martin Gaite, con una avenida Meridiana contaminada por el espíritu victoriano de E.M. Forster, este dietario es su muleta para transitar por los cuarenta. Suspendido en el vacío, sólo sujetado por las cuerdas de la guitarra de George Harrison en While my guitar gently weeps, nuestro padre de familia reflexiona sobre por qué siente la necesidad de escribir, por qué se lleva una libreta de tapas lilas al trabajo y algunos días se cierra en el coche a la hora de comer y escribe. ¿Se esconde? ¿Sueña con ser un Ken Follet de polígono? Nuestro padre de familia sólo sabe que las tapas lilas de la libreta son sus alas. Y el bolígrafo su guitarra eléctrica.