Para los trillizos de Melinda Morrow, Carl Cutler era un tipo estupendo; pero para ella... bueno, para ella era algo muy diferente. Estaba claro que la fuerza y la tranquilidad del apuesto ayudante del sheriff la ayudaba a sentirse más segura... pero también le recordaba que era una mujer. ¡Algo que había jurado no volver a desear sentir jamás!
Por su parte, Carl disfrutaba al ver cómo Melinda se estremecía. Le encantaba estar con ella y con sus hijos... pero después le gustaba volver a la soledad de su casa. Hasta que aquel soltero empedernido empezó a buscar excusas para quedarse con aquellos niños tan ruidosos... y con su encantadora madre. Y de pronto, el matrimonio dejó de parecerle una idea tan descabellada.