Tragaluz es un lugar pequeño, escondido, un rincón secreto donde reposa el desasosiego del autor ante los acontecimientos que su mirada fotografía cada día. Es el registro minucioso, en forma de poemas, de una realidad filtrada con el tamiz emocional de un simple observador dolorido por la presencia de una oscuridad cada vez más grande, que avanza devorando al otro, que aniquila la empatía, que marchita las relaciones personales sentenciándolas a un otoño perpetuo. En la trastienda se guarda el temor a la llegada de una noche perenne donde se impongan la mentira y los intereses de los más fuertes. Pero también es el descubrimiento de luces que se esfuerzan por alumbrar futuros, por inocular esperanza, de manos que acogen, de sonrisas cálidas y abrazos que arropan. Cada vez se construyen más claraboyas. Afortunadamente.