Esmídea es el mundo donde yacen Cristalia, Atlania y otras patrias, unidas por idioma, religión y cultura. En medio de este entorno paradisíaco de anchos mares, donde brilla la esmeralda y crecen las orquídeas, el sol manifiesta su esplendor. Pero el apetito tiránico, que acecha la libertad adondequiera, ha sometido a sus naturales a los juegos de poder de duros opresores.
Con promesas de libertad y democracia, cada tirano obtuvo el apoyo de su pueblo, para luego, una vez en el poder, traicionarlo e imponerle un yugo peor que el anterior, del cual prometió liberarlo.
En tal escenario, el espíritu rebelde enfrenta al opresor y a causa de la reacción, los perseguidos se ven obligados a la aventura de atravesar los mares en precarias barcazas, con las que pronto alcanzarán la etiqueta de náufragos: madres, que pierden a sus hijos en el intento de cruzarlos, pescadores, obreros, campesinos, expatriados, en fin, que, aún ganando la otra orilla, mueren después ahogados por la nostalgia del regreso.
Otros, a los que su aporte no le ha sido contado en los países del arribo, son maltratados; y olvidada su calidad de refugiados, resultan deportados. La metáfora esmideana recoge la lucha de los pueblos por la libertad, que deja su impronta en esta pintura íntima de la tiranía.