Luis Miranda relata a su hijo Ricardo por qué, a los 17 años de edad, en 1936, se alistó en una bandera falangista, y su experiencia en el frente militar hasta que un disparo le atravesó el pecho. Al alimón, la esposa de Luis, Pilar Aguilar, cuenta su guerra en la retaguardia. Ricardo localiza los escenarios, viaja hasta ellos y se documenta. De este trabajo se aprovecha su hija Adriana para, al tiempo que la propia investigación y la historia de amor de sus abuelos, relatar las vicisitudes de aquella pandilla de muchachos, a la que pertenecía su abuelo, a quienes separó la ideología y las circunstancias, y entrecruzó la guerra; uno de ellos, en las filas republicanas, fue el que disparo a su amigo Luis y, al mismo tiempo, le salvó la vida; pero nunca se lo dijo.