El padre José Quiroga, uno de los miembros mas ilustrados de la Compañía de Jesús, nació en 1707 en Fabás, pequeña aldea de la jurisdicción de la Coruña, en Galicia. La proximidad de este puerto, y la continua conmemoración que se hacía en su familia de los viajes de un deudo que frecuentaba las Colonias, avivaron su deseo de visitarlas. Con este objeto el estudió matemáticas, en las que hizo rápidos progresos; y cuando su edad se lo permitió, se embarcó para hacer su aprendizaje náutico. Quería adquirir los conocimientos necesarios para ocupar el puesto de piloto.
En uno de estos viajes trabó amistad con un religioso de la Compañía de Jesús, que iba a las Indias. La pintura que este le hizo de su instituto, y de las ventajas que ofrecía a los que manifestaban celo y talentos, hicieron tan viva impresión en el ánimo del joven Quiroga, que decidió tomar el hábito de San Ignacio. Sus superiores le incitaron a no abandonar sus estudios, en los que se hallaba bastante adelantado; y le brindaron una cátedra de matemática, que fundaron expresamente en el colegio de Buenos Aires.
El gobernador don Domingo Ortiz de Rosas, confió esta tarea al padre Quiroga, que desde entonces fue consultado con preferencia en todas las empresas científicas.
Cuando la corte de España mandó explorar los puntos accesibles de la costa patagónica, y los más a propósito para establecer poblaciones, a los pilotos Varela y Ramírez, que vinieron a bordo de la fragata San Antonio, se les asoció el padre Quiroga, cuyo diario sirvió al padre Lozano para redactar el que hemos publicado en el primer tomo de nuestra colección.
A su regreso de esta comisión, los padres de la Compañía le encargaron levantara el mapa del territorio de Misiones: —obra vasta y difícil, no solo por la naturaleza del terreno, sino por la falta de materiales y recursos. A pesar de estas trabas, aceptó el padre Quiroga este encargo, y después de haber determinado con una prolija exactitud la posición geográfica de los treinta pueblos de Misiones, y la de las ciudades de la Asunción, Corrientes, Santa Fe, Colonia, Montevideo y Buenos Aires, redactó su mapa con los datos que le suministraron las relaciones éditas e inéditas de los misioneros, cuando no le fue posible adquirirlos personalmente.
Este trabajo, que no tiene en el día mas mérito que el de su prioridad, fue publicado en Roma en 1753, por el calcógrafo Fernando Franceschelli, que, conformándose a la costumbre de su tiempo, le agregó en las márgenes varias noticias del Paraguay, y la tabla general de los grados de latitud y longitud, según las observaciones del autor.
Una de las partes más incorrectas de este mapa es el curso del río Paraguay, y fue precisamente el que el padre Quiroga tuvo la oportunidad de rectificar poco después, cuando en 1752 acompañó al comisario español, don Manuel Antonio de Flores, encargado de poner el marco divisorio en la boca del Jaurú, en cumplimiento del articulo 6 del tratado, ajustado en Madrid en 13 de Enero de 1750.
Este reconocimiento, único fruto de aquella laboriosa negociación, fue el último servicio prestado al gobierno por este docto religioso, y es también el que más honra su memoria. De este diario se valió don Luis de la Cruz Cano de Olmedilla para la formación de su gran mapa del América meridional, que publicado en Madrid en 1775, y reproducido por Faden en Londres, en 1799, fue adoptado por Arrowsmith, en 1811.
Este documento hubiera corrido la suerte de casi todos los trabajos de los últimos jesuitas en estas regiones, a no haber sido por el cuidado del padre Domingo Muriel (o Ciriaco Morelli, como se le antojó llamarse en sus obras), que lo insertó en el apéndice de su versión latina de la Historia del Paraguay del padre Charlevoix, de donde lo hemos extractado.