"El título de este volumen colectivo implica que su objetivo no es sólo la constatación de unas prácticas críticas concretas, del estado de la cuestión en este momento histórico determinado, sino también una proyección de futuro. Dado que el siglo XXI acaba de empezar su andadura, es sin embargo prácticamente imposible certificar lo que le espera al hispanismo como disciplina académica en veinte, treinta o cincuenta años, aunque los coordinadores de este trabajo quieran presentar esta colección de artículos como mapa de ruta. Como también se deduce de la segunda parte del título, una de esas presuposiciones es que el hispanismo será, ante todo, crítica cultural y abandonará su matriz filológica y literaria. La denominación utilizada de “crítica cultural”, en lugar de la de “estudios culturales” se justifica en base a dos motivos: por un lado, separar lo que se interpreta como la celebración acrítica de la cultura de masas y la despolitización que caracteriza las prácticas de los estudios culturales en el contexto norteamericano, a diferencia de sus predecesores ingleses; por otro lado, se argumenta a favor de un mejor encaje de ese primer término en las tradiciones críticas latinoamericana y española.
La breve introducción de los coordinadores, Rosalía Cornejo y Alberto Villamandos, apunta a lo que ambos entienden como algunos de los puntos claves en esta reconsideración del hispanismo y la posible solución a la situación de “crisis permanente” que parece afectar a la disciplina (11–12). Cornejo y Villamandos mencionan a varios críticos (Carr, Subirats, Epps, Resina, Faaber) que en trabajos recientes y no tan recientes han cuestionado la capacidad del hispanismo para trascender su vinculación con un concepto exclusivo y excluyente de identidad cultural española. Haciendo suyo el reto de J.R Resina sobre cómo hacer de la disciplina un lugar de encuentro para las diferentes culturas del estado español y de Hispanoamérica, los coordinadores sostienen que la respuesta es un paradigma “nuevo, plural y más cercano a la complejidad real del Estado español” así como un hispanismo en clave de diálogo, comprometido con su momento histórico (13). Siendo estos objetivos desde luego admirables y deseables, no dejan de ser contradictorios con lo que es, de hecho, la proyección institucional que desde el propio estado español se sigue dando de lo que es la identidad y política española, que no se plantea desde luego como una relación de igualdad entre las distintas culturas que lo integran, sino al contrario una jerarquía en la que ciertas manifestaciones culturales contribuyen, como mucho, a enriquecer lo que es la cultura española “por antonomasia” que es la escrita en (o traducida al) castellano. No deja de ser curioso, en este sentido, que el único artículo que se ocupa de manifestaciones culturales en lengua no castellana, el de Beatriz Trigo sobre la narrativa gallega bilingüe actual, sea precisamente el más pesimista: un artículo que, utilizando el concepto teórico de brecha de paralaje plantea expresamente la casi imposibilidad de conciliar dos realidades nacionales a menudo antagónicas. La teoría de Žižek, ya utilizada en el mismo sentido en que lo hace Trigo precisamente en el contexto de otra discusión sobre los límites del hispanismo, es desde luego muy indicada para articular, más allá de ejemplos concretos y puntuales, lo que debería constituir una discusión más profunda sobre la lógica interna de la disciplina. Y es ahí, en mi opinión, donde reside la debilidad de este volumen: en asumir que una serie de estudios individuales sobre textos o autores individuales pueda simbolizar el cambio en la trayectoria histórica de una disciplina o la manera en que ésta sigue a pesar de todo(s), aliada con una particular concepción de lo español. O en asumir también una pluralidad que se basa en la adición de nuevos temas y objetos de estudio, y no en el cuestionamiento radical de las propias premisas del paradigmo analítico utilizado. No deja de ser interesante, en este sentido, que la etiqueta de “hispánico” del título se reserve, de hecho, para autores y artistas españoles, con la excepción de los guineanos (que escriben en castellano) estudiados por Silvia Bermúdez y del “argentino españolizado” Rodrigo García, estudiado por Lavoie. Asimismo, es curiosa la utilización, sin más explicación, del término “estudios peninsulares”, que deja de hecho fuera del campo de análisis y/o de la comparación los territorios insulares del estado, los africanos, la propia Guinea y en general todo lo latinoamericano: en este sentido, el hispanismo del siglo XXI no parece diferir mucho de su antecesor.
Cornejo y Villamandos citan a Jo Labanyi para sostener la afirmación de ésta de que la teoría cultural debe ayudar a entender cómo funciona la cultura como proceso, y no sólamente cómo funcionan textos y artefactos individuales (14). En este sentido, el objetivo de la crítica cultural abarcaría también prácticas culturales concretas, cotidianas, así como reflexiones sobre la organización, comercialización y distribución de determinados productos culturales. Todo ello está prácticamente ausente de la presente colección, con la notable excepción del excelente artículo de Eugenia Afinoguénova sobre la industria del patrimonio cultural durante el franquismo, un trabajo que además deja la puerta abierta a la conexión de ciertas prácticas franquistas de construcción y marketing de la identidad cultural nacional española con otras similares durante la democracia. Ausentes de la colección están asimismo la historia y el pasado, puesto que aunque muchos trabajos se basen en textos que analizan el pasado histórico, están escritos/realizados todos en época moderna y contemporánea, dejando como interrogante la idea de qué hará el hispanismo del siglo XXI con los textos medievales, los del todavía denominado “Siglo de Oro”, con la Ilustración, o el siglo XIX.
Dicho de otra forma: la mayor limitación de este volumen se deriva de lo ambicioso de su título, ya que las colaboraciones escogidas no ofrecen la variedad disciplinaria, cronológica ni temática adecuada para el (por otro lado, casi inabarcable) objetivo propuesto. Esto no quiere decir que entre los numerosos artículos no haya varios muy estimables y que plantean cuestiones que trascienden la circunstancia de un texto/autor concreto para servir de estímulo a un diálogo más amplio. Entre ellos cabe destacar las ya mencionadas contribuciones de Bermúdez y Afinoguénova, así como las de T. Aguado (sobre el cine de J. L. Guerín), J. Pérez (sobre la modernidad y el costumbrismo en las películas de Rocío Dúrcal), A. Villamandos (sobre el cuerpo emigrante), J. Marí (sobre memoria, olvido y reconciliación) y la hermosa exploración que del silencio y la conciencia moral en La vida secreta de las palabras hace Annabel Martín. Mucho más formulaicas son las contribuciones de García Alvite, Bettaglio, Stos, Wood, Lavoie y Trosgard, que no pasan de análisis competentes de textos específicos, algunos de relativo interés.
En última instancia, la calidad de ciertos artículos, así como la importancia de las premisas que articulan los coordinadores del volumen, justifica la lectura de éste, que se hace más fructífera en diálogo con los trabajos mencionados en la introducción, así como otros no mencionados pero igualmente relevantes (New Spain, New Literatures; Writers in Between Languages: Minority Literatures in the Global Scene; Spain in America: the Origins of Hispanism in the United States) que contribuyen a la necesaria re-consideración de las premisas ideológicas y las prácticas que sostienen el edificio de los estudios hispánicos". Elena Delgado University of Illinois at Urbana- Champaign. Revista de Estudios Hispánicos Tomo XLVI, Numero 2, Junio, 2012