Fuego frío es la crónica sin tiempo sobre el ser humano enfrentado a su materialidad, en un diálogo vital con los elementos. En ese trance de mutuas determinaciones, es el viento el que se alza como la energía fundante de la tierra, con su voz omnipresente, es decir, con su versátil entidad metafórica que le permite recorrer los caminos y lugares donde sucede la epopeya subjetiva y allí plantear conflictos, nombrar sentidos e interpelar a la poeta.
Inclinada sobre esta materia en medio de su taller sin muros, y guiada por el viento y el fuego, que parecen imponerle una metodología díscola y un pulso arrebatado, Zondek elabora un discurso irreductible sobre la vulnerabilidad nuestra, la soledad y el despojo, la muerte, y en medio de ella, las semillas y el agua que las fuerzas naturales habrán de acarrear hasta los memoriales humanos.
¿Qué batalla ético-política libra la poeta desde aquel preclaro sur del mundo? Porque libra una. ¿Cuál es el argumento que blande el viento frente a la miseria humana? Porque hay uno. ¿Cuál es el camino de redención que la poesía deja en evidencia? Porque existe uno.