Con sus interminables piernas y su exuberante melena rubia, Lacey Longwood era la fantasía de todo hombre... y la pesadilla de Alec Danieli, porque no podía tocarla y seguir siendo su guardaespaldas.
Lacey no estaba contenta con la situación. No estaba acostumbrada a recibir órdenes, ni a que la rechazaran cuando deseaba a alguien tan intensamente como deseaba a aquel ex-marine de mirada ardiente y penetrante. Alec era tan sensual como el terciopelo negro... y Lacey era, a fin de cuentas, la mujer de terciopelo negro.