Juan Felipe Robledo comparte con nosotros su deleite no sólo con el mundo sino con su harto anunciada fugacidad. Una dicha prometida a la nada, esa es la miseria y la grandeza de nuestros días que vemos en sus poemas sin ningún atenuante sobrenatural.
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- Índice
- I. Al dictado del tiempo
- Nubes
- Calma después de la tormenta
- Juerga absuelta
- Bendición anticipada
- La noche empieza
- Conjuro
- No es otoño la estación
- No escribiré un testamento
- Caffé Rovi
- Día soñando frente al mar
- Brenner’s Park Hotel
- Luz en la tarde
- Un himno azul para el espanto
- Poema para no olvidar el árbol de caucho
- Lección básica de Historia
- II. Liviana puede ser la vida
- Vindicta
- Tonada de finales de mayo
- Amado rostro
- Danzar no tan lejano
- Gracia que acompañas
- Liviana puede ser la vida
- Muchacha para el aire
- Muchacha del baño público
- Escena para convocar a Petrarca
- Acción de gracias
- III. Donde se usa la palabra alma
- Caricia inesperada
- Pasto recién cortado
- Donde se usa la palabra alma
- Confesión
- Historia conocida
- Microcosmos
- Fiesta no anunciada
- Luna nueva
- Derribado ídolo
- Salmodia de la rabia
- Poema ofrenda a Alexander Borodin
- Aprendiz de monje
- IV. Días de gratitud
- Días de gratitud
- Servidumbre
- Dibujando un mapa en la noche
- Comentado amor
- Atravieso un sendero en tu sueño
- Aquí en esta tierra
- Nuevo tiempo
- Deseos para los caminantes
- Tarde azul con Manuel Bandeira
- V. Palabra que no dice
- Bajo techo
- En la escalera
- Marina Tsvietáieva habla con la noche
- Caracol en lo alto
- El legado de Lucian Blaga
- El incendio de los cargueros en el muelle
- A mi recuperada pluma
- Palabra que no dice
- Nos debemos al alba