Nuestra época resulta fértil en mitos. La Gran Singularidad, el crecimiento exponencial, el narcisismo o la viralidad podrían ser algunos de los más relevantes. La escisión entre el mundo de las cosas y de las personas, entre la tecnología y la sociedad, resulta sólo aparente. La transparencia podría ser la ideología predominante en nuestro tiempo, la piedra de Rosetta que sirviese para traducir las dinámicas a las que obedecen esos continentes aparentemente desconectados. Las tecnologías de la información y sus inmediatas consecuencias, las redes sociales, las plataformas de entretenimiento, la Inteligencia Artificial y el big data suponen una revisión y un cambio en el modo en el que entendemos aquello que nos rodea, en nuestra comprensión y uso del tiempo, así como en la manera en la que nos vemos a nosotros mismos. Asistimos, cautivados y temerosos a un tiempo, a las modificaciones que se producen en el ámbito de la educación, la política, el sexo, la sociología o la psicología. Ni siquiera el inconsciente queda a salvo de estas tecnologías que parecen apropiarse de lo más íntimo: nuestro deseo.
Si el capitalismo siempre se basó en ese fantasma psicológico que es el individuo autónomo (libre para elegir entre las mercancías que el mercado ponía a su disposición), tal vez ha llegado el momento en el que la propuesta capitalista resida en la delegación de esa libertad, ya no en arraigadas tradiciones culturales o religiosas (contra las que se levantó el proyecto ilustrado), sino en procesos de naturaleza algorítmica. A ese ser humano desprovisto voluntariamente de opacidad frente a la ambición extractiva de datos por parte de las redes y plataformas, dimisionario de lo político, mero interfaz/transmisor de la comunicación digital, es a lo que hemos dado en llamar hombre transparente.
- Portada
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- Introducción
- I. La segunda derivada del capital
- II. La epidemia de los afectos
- III. Tuitero rico, tuitero pobre
- IV. El chisme. El meme. Las fake news
- V. Teoría de las olas
- VI. El descrédito de los expertos
- VII. Una nueva perspectiva
- VIII. La cultura como algoritmo, y viceversa
- IX. Por qué desaparecieron los platillos volantes de nuestros cielos
- X. Si lo has entendido, no es el capital
- XI. El juego de la imitación
- XII. Triángulo del deseo
- XIII. La octava maravilla
- XIV. Representando el (tecno)capitalismo
- XV. Las copias devaluadas
- XVI. La fortaleza de lo invisible
- XVII. El malestar de lo posible
- XVIII. Demasiada potencia conduce a la impotencia
- XIX. Las fake news como relato
- XX. Narciso y Eco
- XXI. La adrenalina ha muerto…. ¡Viva la dopamina!
- XXII. Homo Happy
- XXIII. Selftracking: conócete a ti mismo
- XXIV. Paráclito 24/7
- XXV. El acontecimiento
- XXVI. Exégesis o la Gran Singularidad
- XXVII. La excepción como regla
- XXVIII. Algo oscuro e inquietante está ocurriendo en Silicon Valley
- XXIX. Pax algoritmica
- XXX. ¿Sueñan los humanos con ovejas?
- XXXI. La mano –no tan– invisible del mercado
- XXXII. Neurocapitalismo, rien ne vas plus!
- XXXIII. Transparencia©️
- XXXIV. Teoría general de los datos
- XXXV. El cuarto estado de la sociedad
- XXXVI. La (im)potencia de la multitud
- XXXVII. Un chiste sobre vacas
- XXXVIII. La correlación es suficiente
- XXXIX. ¿Sueñan los algoritmos con Edmond de Belamy?
- XL. Anatomía del entretenimiento
- XLI. Anatomía de la nostalgia (el pasado como utopía)
- XLII. La obsolescencia de la carne
- XLIII. La edad del porno
- XLIV. Cíborgs vs zombis
- XLV.Nadie sabe lo que puede un cuerpo
- XLVI. La belleza del accidente
- XLVII. Esquizofrenia y dataísmo
- XLVIII. Cuando el futuro precede al pasado
- XLIX. Who watches the watchmen
- L. Nostalgia de la presencia
- LI. ¿Y si decidiéramos, a pesar de todo, seguir siendo humanos?
- LII. Coda viral