Caer en la verdad, abre los ojos.
Kepa, como se hacía llamar en las redes sociales, agitaba su puño gritando ¡libertad!, desde aquella antigua sede de los sindicatos franquistas en la calle Embajadores de Madrid, que había ocupado con otros antisistemas, también encapuchados. Su vida era una vertiginosa sucesión de cambios desde que una interpretación inocente del éxito profesional como directivo, en un banco, lo llevó a un callejón sin salida.