«Tengo cuarenta y dos años y hoy me he dado cuenta de que no existo».
«¡Mátala!» resultó ser una afirmación completamente desequilibrante y obsesiva para Aurora. Nadie podía sospechar lo que aquella palabra estaba tejiendo en su cabeza, ni siquiera ella misma. Sin embargo, la imposición de cambiar los planes en unas vacaciones fue el perfecto detonador para que Aurora comprobara hasta dónde era capaz de llegar para conseguir sus propósitos. Aunque para ello tuviera que improvisar.