La sangre de un amor prohibido, el de Mirna y Ricardo, regó los ríos de la esperanza.
Mirna Sebastián Herrara llega a Ciudad del Lago después de cursar estudios superiores en Europa. Su regreso a la ciudad coincide con la celebración de las fiestas patronales en honor a Santa Lucía, el 13 de diciembre. Allí, en el parque central, se encuentra con Ricardo Flete Vargas, un joven nunca visto, ambos se miran fijamente y desde ese momento se prende un hechizo que solo la muerte pudo deshacer. Se enamoran perdidamente uno del otro, pero ese amor colisiona con la clase a la que pertenecía ella y, sobre todo, con los prejuicios del padre Teódulo; con los privilegios del que lo tiene todo; con las beneficencias dadas por la opulencia, la cual contrasta con la pobreza ancestral de los demás habitantes en Ciudad del Lago, quienes padecían las más espantosas miserias y la más abyecta exclusión social. La unión matrimonial con Ricardo le resulta imposible, pero lucha hasta conseguirla y lo logra contra todos los pronósticos, pero el padre le tenía guardada su venganza. La incomprensión y la locura de Teódulo Sebastián Dival llegan a extremos impensables y decide separarlos a cualquier precio; para ello elaboró un plan macabro, el cual ejecutó. En pleno acto nupcial, desenfundó un largo cuchillo, al que llamaba el Mata Vaca, y le infligió a Ricardo una estocada mortal que le cegó la vida instantáneamente. Hecho por el que tuvo el victimario que pagar un precio muy caro, finalizando tiempo después, con sus manos, su propia existencia.