Tras la muerte de Cornelio Sila, el optimate que se proclamó dictador tras una cruenta guerra civil en los años 80 a.C., la República romana se enfrentó a enemigos mortales tanto en Hispania (Sertorio) como en Asia menor (Mitrídates). Muerto Sila en el año 78 a.C., la oposición se comprometió en una lucha contra algunas medidas de la dictadura, aunque sin éxito.
En esta coyuntura, un grupo de unos setenta gladiadores de un Ludus de Capua huyó de sus celdas en la primavera del año 73 a.C. hacia el Vesubio para librarse de sus destinos en la arena, liberando a cuantos esclavos presos encontraron a su paso. Todos los desesperados de la zona se acercaron a estos bandidos, que, al contrario de lo que hacían otros, repartían su botín a partes iguales. Espartaco, uno de sus cabecillas, emprendió un viaje por la península itálica y durante dos años saqueó ciudades y liberó a los esclavos de sus cadenas y a los pobres de sus miserias. Un movimiento que empezó con setenta fugitivos llegó a enrolar en sus filas a más de doscientas mil personas, a lo largo de una guerra de dos años contra los romanos. En esa guerra, Espartaco y sus hombres (y mujeres) derrotaron a la milicia de Capua, a tres ejércitos dirigidos por pretores, a dos ejércitos consulares y a un ejército proconsular. Finalmente fue un propretor, Marco Licinio Craso, quien acabó con la rebelión y con la vida de Espartaco. Y otro militar romano, Gneo Pompeyo, quien acabó con los fugitivos de la batalla.
Este libro trata, pues, de la insumisión ante un régimen político cercenador de las libertades, y contra un sistema económico explotador y criminal. Solo unos pocos se levantaron contra el mal. A ellos (y ellas) va dedicado este libro.