A partir de la segunda mitad del siglo XX, la evidencia acumulada de mal funcionamiento en los sistemas fluviales intervenidos o perturbados, y los costos asociados, han llevado a los países desarrollados a incorporar las variables geomórficas, y ambientales en general, en las decisiones de manejo territorial. El creciente interés público por la ecología ha sido un factor importante en el afianzamiento de este nuevo enfoque, y el desarrollo de la ecología fluvial ha promovido una actitud de cuidado para con los ríos. Un hábitat fluvial saludable solo es posible en canales compatibles, en sus formas y procesos, con el entorno natural. En este contexto de conservación y recuperación de las redes y canales naturales, la geomorfología fluvial se ha hecho necesaria para informar las decisiones de manejo de cuencas y de planificación territorial, los proyectos de ingeniería y las evaluaciones de la ecología fluvial.